domingo, 31 de enero de 2010

Con lupa

Miro la hora en el móvil, las cuatro y cincuenta y ocho. Pienso, "están a punto de llegar". Meto la llave en la puerta de salida, y oigo el rugir del motor de la furgoneta, que se asoma brillando al sol por la estrecha calle. Bajan del coche, se acercan, y yo abro la puerta. En ocasiones la furgoneta llega antes del que viene caminando, pero el órden de los factores no altera el producto en este caso.
Tras un intérvalo de tiempo de 24 segundos, en el que nos saludamos, nos sonreímos y bajamos aquellas escaleras húmedas, meto la llave en la puerta de la bodega, la giro, y la puerta se abre con un seco "clac". Entro en la bodega y percibo el olor suave a humedad mezclado con el aroma indescriptible que los cuatro tan bien conocemos.
Entramos, uno detrás de otro, con cuidado de no dar con el mastil en la pared. Enciendo la luz, la poca luz que hace que esta sala parezca una sala de baile nocturno. Una bombilla azul, la otra naranja.. ellas le dan un ambiente deseable a este lugar, tan nuestro.
Un enchufe dentro, el otro también, el amplificador de este grave instrumento, el amplificador del que hace la melodía de la rítmica y el solo, mi amplificador, todo bien colocado. Él comprueba que el doble pedal funciona. Él concecta el jack a su instrumento y lo afina. Él necesita dos jacks porque utiliza pedal, un pedal que funciona muy bien. Y yo, silenciosamente, después de ajustar el volumen, muevo el interruptor hacia arriba y se oye un ligero "pum" que me indica que el micrófono funciona.
Hablamos, "¿qué tal estás?", "bien", "el otro día.." y así invertimos un cuarto de hora en intercambiar pensamientos, emociones, dudas, escuchar cómo truena la batería y disfrutar de unas improvisaciones o unas melodías que en ocasiones algunos conocen, y los otros no. Yo sonrío como no suelo sonreír.
Él toca el primer acorde, después de que alguien diga "bueno, ¿empezamos?" y yo siempre le paro y pido que porfavor, suenen las baquetas antes.
"Tac, tac, tac" hacen sus baquetas mientras sonríe. Y entra el primer acorde, y el segundo le sigue. Sensación de paz y motivación. Los acordes se suceden hasta que la melodía avanza hasta un punto en el que yo sé que tengo que coger aire. Después de pensar, "qué bien, qué bien" mis pulmones reciben una bocanada de aire de aquel lugar tan mío, nuestro, y las cuerdas vocales se preparan. Y cuando llega el momento preciso, dejo escapar el aire haciendo vibrar mis cuerdas vocales. La canción va avanzando y tengo que reconocer que la primera vez pensé, sorprendentemente, que me gustaba cómo quedaba mi voz unida a esos instrumentos.
Ese es el lugar donde en la pared se puede leer "This is our self-freedom".
Ese es el lugar en el que me refugio, en el que no me duele nada, en el que no me hieren, en el que siento que de verdad cuentan conmigo.
Ese es el lugar donde yo siento que sí que puedo, ese es el lugar que yo creo que puede curar el alma, aunque solo sean cuatro paredes.

Ahí es donde yo me escapo, allí, es allí, solo allí.

Self-freedom.