miércoles, 20 de junio de 2012

Hoja caduca

Como el árbol de hoja caduca, cuyas hojas nunca son suyas. Como si tuviera que caerse cada vez para darse cuenta de que no está ahí realmente. Como si pretendiera formar parte de alguna cosa, como si quisiera convencerse de que hay algo eterno, porque es la única seguridad que ella busca.Como el árbol de hoja caduca, cuyas hojas nunca son suyas, cuyas hojas siempre se caen, cuyas hojas siempre mueren. Como si tuviera que darse cuenta cada vez que no está ahí realmente. Que tal vez no existe y que no existió antes. Como si fuera una mera luz apagándose dentro de un círculo vicioso de temor y dudas. Como si no tuviera ninguna llave para abrir un cofre, como si no fuera dueña de nada, como si de verdad no tuviera posesiones. Como si no tuviera nada que ofrecer.
Todo forma parte de una ilusión, cuenta, con un vestido transparente de cosas que hacer, con una corona de humildad rota y gris, con unos pequeños zapatos de cristal sin tacón. No me sorprendió esa mujer, que llevaba un collar de palabras desgastado por el tiempo y unos pendientes rojo pasión desgastados también. Hablaba rápido, como si quisiera que sus palabras llegaran a algún lado antes de que cerrara la boca. Le faltaba el aliento, como si a veces no le bastara el aire que inhalaba. Parecía que se extinguía antes de llegarle a los pulmones y necesitara coger más, pero sus compañeros no parecían darse cuenta de ello. También caminaba rápido, como si quisiera llegar a algún lugar antes que nadie, pero ella siempre decía que llegaba la última.
Creo que era del signo del aire, o de la tierra, no me acuerdo la verdad. Le gustaba caminar descalza, me acuerdo muy bien de ello, y de la sonrisa que ostentaba cada vez que tenía que tratar con alguno de sus iguales. No parecía tener preocupaciones, tan solo era una hoja de un árbol de hoja caduca.
Recuerdo también que no sentía despacio, que también sentía deprisa, decía y escribía ella. No recuerdo si le gustaba escribir o solo lo hacía por obligación. Nunca le llegué a preguntar. Yo sabía que era mejor no preguntar.
Como el árbol de hoja caduca, cuyas hojas nunca son suyas. Como si ella nunca fuera suya, como si tuviera otras cosas que contar, distintas a las que se dedicaba, distintas a las que pensaba. Como si padeciera alguna enfermedad y ella lo ignorara, como si se tuviera que marchar y nosotros no lo supiéramos. Como si pensara que no estaba ahí realmente. No sé cómo lo pude ver, pero lo vi. Era como si tuviera otra parte mejor que mostrar, como si su collar desgastado de palabras se le fuera a caer de un momento a otro. Parecía cansada y feliz, como si acabara de subir a una montaña pero no la hubiera subido nunca. Como si no quisiera estar cansada, tan solo ser feliz y no tener que pensar en la montaña. Como si no le faltara nada, pero al mismo tiempo echara de menos todo lo que podía. Era una mujer viva, decía, pero caliente y fría, desteñida, de color blanco pálido y con un pelo extraño. Era una mujer viva, decía, pero caliente y fría, como las hojas de los árboles de hoja caduca.

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